JACK LO LAU
A las ocho de la noche no se ve nada en medio del desierto. Pero a las diez, todo el cielo estalló como canchita. Ahí, en ese panorama, aparece Mario Vera, una suerte de niño viejo que quiere seguir sintiéndose en plenitud. Su secreto: aprovechar la energía que sale del desierto. Este señor tiene más de dos décadas jugando con arena.
Trabajó por muchos años para uno de los hoteles más prestigiosos de Ica. Organizaba las excursiones y era el encargado de inyectar adrenalina a los huéspedes. Sin embargo, desde el 2006 comenzó una nueva aventura en su vida. Le otorgaron una concesión para ecoturismo a la que llamó Adrenarena Park y desde ahí viene compartiendo su sueño con todos los que llegan a este rincón de la costa peruana.
UNA EXPERIENCIA DIFERENTE
El desierto es uno de los ecosistemas más frágiles del planeta. La vegetación crece lenta y el cambio climático, el desarrollo urbano y la agricultura lo perjudican. Para muchos, este lugar no tiene valor.
No hay agua, la arena quema y todo se hace insoportable. Es por ello que bastan unas horas en Adrenarena Park para romper con todos nuestros prejuicios. Los desiertos representan casi un tercio de la superficie terrestre. Lo mismo que si juntáramos Rusia, la Antártida, Estados Unidos y Canadá, los cuatro territorios más extensos del mundo.
Tan solo en el Perú hay 185 mil kilómetros de desiertos que se reparten en toda la costa.
Mario Vera tiene casi mil quinientos kilómetros cuadrados repletos de paz. En esta área ha implementado un campamento de lujo en medio de las dunas en el que sigue descubriendo más rutas para hacer surgir la adrenalina en todos los visitantes.
Deslizarse en una tabla y sentir la velocidad en la cara; subir y bajar impredecibles cerros de arena y llegar a la laguna de Morón, un oasis mágico de agua dulce son algunas actividades que harán que su vida cambie totalmente.
El primer paso para amar algo es conocerlo. Y esa es la misión de Vera. Recibe a los visitantes, les cuenta historias del desierto, les habla de la realidad del lugar y minuto a minuto los va sorprendiendo hasta ponerles la piel de gallina.
“Conectar para desconectar. Puedo desconectarme del tráfico y el ruido de la ciudad para conectarme con la naturaleza. En el momento que más personas descubran eso, ellos también querrán estar aquí”, nos cuenta Vera con un tufillo evangelizador. En su estancia podrá ver patos, gallaretas, turtupilines, cardenales, entre las especies de aves más comunes.
Acepta todo tipo de grupos. Puede organizar retiros espirituales, grupos de meditación, yoga, hasta noches románticas para parejas o fiestas privadas para amigos y empresas.
A todos los recibe en su campamento de lujo, lleno de cojines, sillones, lámparas y una fogata que irá cambiando de color a medida que las estrellas vayan salpicando el cielo. No se pierda esta oportunidad de conocer el desierto y llenarse de toda su energía.
ATRACTIVOS DE LA RUTA
Durante el camino a Ica puede detenerse para comprar frutas y demás productos frescos que se venden al lado de la carretera.
En el km 51,7 de la Panamericana Sur se ubica Tambo Rural con sus hornos de barro, lugar donde preparan sabrosos e inigualables panes. En tanto, para refrescarse disfrutar de la lúcuma en su máxima expresión, Helados Ovni se encuentra en el Km 63,5.
Y para encontrar higos frescos y distintos productos como licores, helados y dulces de esta fruta, ingrese a Chilca, ubicada en el km 65.
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